Final


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Pero ahora las cosas eran diferentes.
Cada noche, tras terminar el guardia su turno, se podían ver claramente las diferencias. En la pared de enfrente, estaban los cuadros más serios, eso no cabía duda, y más teniéndole a él como referencia. A la derecha, toda una sección de mujeres, algunas muy distorsionadas, pero que a pesar de eso creaban bastante expectación cuando la galería se abría. A la izquierda, todo un conjunto de diversas culturas, pues había cuadros que trasmitían las generaciones de la antigua África, incluso de Japón o China.
La gran pregunta era, ¿Qué era yo? O mejor, nosotros. No quería dejar al chico de los ojos grises. Al fin y al cabo después de todo se había vuelto como un hermano para mí. Pero qué eramos. Qué era esta pared.
Una mañana más, varias personas estaban delante de esta pared cuchicheando. Les oía hablar de mi nuevo rubor, de ese que me había salido desde que nuestras miradas se juntaron.
Nunca te enamores. Me dijeron. Los cuadros no estaban preparados para enamorarse.
Y hoy, una mañana como otra cualquiera, la oscuridad nos corrompía. Un señor alto que había estado cuchicheando, nos estaba descolgando. No entendía las razones de ello, y el chico de ojos grises, tenía una mirada tan sumamente perdida...
Por fin llegó a mi y se quedó mirando mi nuevo color rojo de mis mejillas mientras sonreía. Es una pena, dijo. Eran esos ojos tras las gafas de ese señor mayor, que me hacían ver una preocupación. Era en esos ojos, y en los ojos azul pálido de ese cuadro de enfrente que había estado observándome durante todo este tiempo. Él lo sabía, él era el único que podía saber de que era esta pared, igual que yo era la única que podía afirmar que él era una persona seria, y que por eso estaba en esa pared. Y fue entonces cuando un papel me cubrió la cara. Por suerte no me cubrió el único ojo que tenía, y pude ver un ''defectuoso'' encima de el chico de ojos grises.
¿Defectuoso? ¿Eso ponía el mío también?
Y entonces nos levantaron, y nos dejaron apoyados en un montón de cajas que había en una transpaleta eléctrica. Y sí, aún así quedé enfrente de él, que ahora su mirada había cobrado una cierta preocupación, y había desaparecido toda su seriedad.
¿A dónde nos llevaban? No podían separarnos, al menos no sin él, sin ese chico de mirada penetrante y fondo verdoso. No había tenido la oportunidad de estar cerca de él para decirle nada. No había podido verle ni de cerca.
Y así seguía yo, con miles de ''no había podido'' mientras la máquina se puso en marcha y nos alejaba cada vez más.
Rezaba que fuera por lo que fuera, pillara un bache y me dejara aquí olvidada, aquí olvidada pero con él. Pero era él, él único que podía haberme olvidado, ahora que mi cabeza era solo cenizas.
Nos quemaron, nos quemaron como si solo fuéramos un trozo de lienzo, un simple óleo cualquiera, que ahora era cenizas.
Le perdí a él, a él que estuvo durante todas mis mañanas y todas mis noches. Y no solo eso, sino que pude ver sufrir a la persona que más quería. Mi querido chico de ojos grises, lanzado contra esas llamas varios segundos antes de mi, y como ahora si se movía, sin importar quien lo viera. Esos segundos en los que movió la cara para verme, y pude ver como simples gotas de pintura cubrían sus ojos, hasta avivar su mirada de un flujo de emociones que no sabía bien que significaban. Y cayó, como si fuera una triste hoja de un árbol en el mes de otoño. Que me pareció tan tranquila su caída, tan serena y silenciosa, como si el tiempo se hubiera parado. Y ojala fuera así, que el tiempo se hubiera parado y las llamas no estuvieran consumiéndolo. Pero si lo hacían, y a mi me quemaba por dentro solo verle.
Me apagué, mis colores vivos se fueron, mi ojo se cerró, y mi pelo se oscureció, mientras era lanzada a unas simples llamas. Se acabó. Se acabó el amor, se acabó la vida. Me destrozaron por ser un simple cuadro defectuoso. Por no estar terminado, por llevar mucho tiempo en exposiciones, porque nadie me había comprado, no sé, no sé porque demonios toda mi pared era defectuosa, pero nos quemaron. Nos quemaron como si tuvieran derecho a decidir, a decidir algo.
Se apropiaron de nosotros, y no me molestaba. No me molestaba nada, me molestaba el único hecho de estar aquí.

Porque le veía todos los días, y temía que esto pasara. Que llegara el día en que no pudiera verle más. Y entonces, sabría perfectamente que me consumiría. Porque pudimos haber sido tanto, sin haber sido nada. Porque dijeron que no me enamorara, que los cuadros no estaban preparados para enamorarse. 
Porque al fin y al cabo, el amor llega y es precioso mientras lo tienes delante, pero sea como sea, nunca pensamos que quizás no esté siempre delante, y que algún día se consumirá, dejándonos en tristes cenizas.


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